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ISSN 1989-4163

NUMERO 113 - MAYO 2020

 

Niebla (II)

Ramón Asquerino

( Y 2. La espalda del mar y el «Tempranero»)

«La mañana
se desnuda por horas, sin huellas, donde solo
el tacto proclama su opaca presencia
antes que nadie se abrace a la madrugada:»
Niebla (1. El tiempo del «Tempranero»)

«La mar era un plato y sus encuentros con la arena parecían roces de labios» Ramiro Pinilla: Verdes valles, colinas rojas: 3. Las cenizas del hierro.

 

A Patricia, sin cumpleaños

 

Sola está la niebla subiéndose a los árboles
la que se ha encaprichado de tus ojos
y de tu hora. Ya no sirven el sol,
ni los relojes, ni la sombra vaga
bajo esa eterna memoria desvaída
cautivoardid de las horas, lentas
como zancadillas a los años,
maratón entre las madrugadas y tú mismo.

Ahora, la ansiedad de la niebla habla despacio,
tartamudea derrotada desde el suelo, sin piernas,
y, al contemplarse en el espejo, ya no se ve,
muda de mirarse la espalda.
 Esta nieblaeterna de mañanas
entreel grave otoño equivocado
y este riomar infantil sin juegos
buscan en su arboleda a un incauto
náufrago inerme al tacto de las luces
 —El faro guiña sus últimas ráfagas de luna —,
otroarruinado náufrago muerto
de sueño y sábanas, pegadas a las columnas
donde, vertebrales, acechan y anidan
la traición y tu derrotacontra el Tiempo.
La desplegada niebla emitiendo señas
de su identidad madura, amaneciendo soberbia,
soñando con abrazarte entre ella de humedad,
con vencerte, «Tempranero», derramado por el relente,
convencerte con otro poema a sus espaldas:
una distinta vida que no te dará ni una oportunidad,
náufrago de la niebla y del mar:
—Con la niebla me voy a perder.
La niebla que cayó, callará y encallará
vagarosamente.

Me desapareces sin una huella, porque no nos vemos,
 ¿o tú me reconoces entre tanto vaho,
entre tanta silueta abandonada, sin bordes, sin mejillas,
entre tanta nube con los ojos a cuestas
situados en el fondo
al abismo de tu cuerpo, niebla,
dueña de esta ribera a luz primera?
Esperas muy despacio y lenta, deslizándote
de silente humo, como un vestigio al azar:
la niebla con su espalda contra el mar,
la espalda declinada por el rocío, vertida
rota, cansada de claridad, convertida en los márgenes
y perpleja: ¿pero dónde está la espalda del mar?

Aquel mundo le pertenecía a la niebla,
se había llevado consigo todas las madrugadas,
toda la terrible soledad de tantas madrugadas.
Sin embargo, él llevaba siglos poseyendo
su colección inédita de amaneceres.

Porque tú, «Tempranero», con el costado del Tiempo abierto
de par en par, recorres otra madrugada más,
por mucho que te acechen y aniden
—el miedo subiéndonos por las paredes del cuerpo—
con un poema por la espalda,
la traición y esa nuestra derrota definitiva contra el Tiempo.

 

 

 


 

 

Todo sigue igual 

 

 

 
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